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Mostrando entradas de junio, 2010

Las crónicas de Huracán

Fernando había entrado a trabajar algunos meses atrás. Solía ser un chico tímido y no buscaba hablar con nadie. Recuerdo que cada vez que tenía que consultarle algo, antes debía preguntarle a cualquier compañero cómo era su nombre. Hasta que un día, este chico decidió salir de su burbuja y finalmente todos pudimos conocer algo de él.  De golpe veía a un chico alegre, feliz y con una sonrisa de oreja a oreja. Hasta venía a mi escritorio, me saludaba y nos hacía chistes a mí y a mis compañeros. Lo empecé a mirar con otros ojos. Tenía que entregar una crónica del Centenario de Huracán para la facultad y era tanta la información que había recolectado en los festejos que necesitaba ayuda y resulta que mi compañerito de trabajo no sólo era Periodista Deportivo, sino que también era hincha fanático de mi querido Globo. Así que una mañana me acerqué a su escritorio y le pedí, muy amablemente, si podía mirar las crónicas que ya había empezado a escribir y que hiciera las correcciones que

La pasión del bailaor

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Cuando la sangre hierve las venas, cuando las raíces se sienten muy cerca, un legado de gitanos resucitan, de tablao en tablao, el origen de una raza que en un principio fue marginada y hoy en día es admirada arriba y abajo de un escenario. En una escuela de flamenco ubicada a metros del Obelisco se escuchan los gritos de un hombre. Se trata del mejor bailarín de flamenco de la Argentina, se trata de Claudio Arias. Sus alumnos lo observan con atención, admiración, y sobretodo, con mucho respeto. “Yo creo que no me hubiese anotado a ninguna de sus clases por miedo a pasar vergüenza”, afirma una de sus alumnas, quien desconocía la identidad de su profesor.   Claudio en acción Las maderas del piso, golpeadas por culpa de los latidos que se marcan con los zapatos, parecen quebrarse. Claudio camina de una punta del salón a la otra. Su silueta delgada y su mirada rígida obligan a repetir una y otra vez cada paso hasta lograr la perfección y la coordinación absoluta. De tanto e

Un sentimiento no se explica, no se deja

Hay lugares que nos marcan, hay momentos que nos recuerdan que seguimos vivos. Con ustedes, las palabras que explotaron desde el fondo de mi corazón días antes del Centenario Quemero en el 2008. --> Parque Patricios, barrio de la Quema , de guapos, tango, comparsas y un boxeador, tiene más de 100 razones para festejar el cumpleaños del Club Atlético Huracán. El olorcito a triunfo, empate y derrota tiñen de alegría, ilusión y nostalgia el empedrado de las calles que tantas veces circuló el público local del palacio Tomás A. Ducó durante muchos años. Hay cuenta regresiva y no se trata de año nuevo, es apenas el comienzo de un nuevo siglo de vida de un sentimiento heredado y elegido por los hinchas. En las buenas, en las malas, los quemeros elijen los colores “rojo y blanco”  para identificarse con su pasión. Miles de almas se emocionan al ver los trazos de un globo en una pared, un cuaderno, una remera, en la piel, en donde sea. Huracán forma parte de la rutina de la v

Piloto

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Lo conocí hace más de diez años. Verano tras verano lo veía caminar hasta la playa. No recuerdo su nombre, tal vez nunca lo supe. Usaba un piloto negro, sin importar que el sol le pegara en la espalda. Entonces, mi abuela lo apodó "Piloto". El pobre tipo era objeto de burlas para muchos y temor para otros. Este hombre nació viejo, pensaba. Cada arruga de su cara aparentaba ser una lágrima de su pasado y sus pies se arrastraban por la arena con dificultad. No recuerdo si sus ojos eran verdes o celestes, pero recuerdo que era una versión deteriorada de Papá Noel por su extensa barba blanca. Todos los días lo veíamos a la misma hora y nadie sabía donde vivía. Él era especial. No era un hombre más a la deriva en la calle. Piloto era parte de mi vida, parte de mi infancia, parte de mi rutina a la hora de ir a la playa con mi familia. "Piloto es rico, es rico!!", dijo mi vieja un día. Resulta que había hablado con alguien del barrio y le contó su historia. Todos